Actualidad de la ira

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Actualidad de la ira, una perspectiva psicoanalítica de Anaëlle Lebovits-Quenehen 

por Catherine Lazarus-Matet

Partamos del final de esta obra Actualidad de la ira, una perspectiva psicoanalítica (1). ¿Anaëlle Lebovits-Quenehen sería acaso optimista? ¿Ella que sabe y comparte el pesimismo de Freud y de Lacan en cuanto a las cuestiones humanas, y las anticipaciones lúcidas de éste último, en cuanto al vigor de la pulsión de muerte? Leámosla para captar por qué sus palabras sobre la ira que, tal como ella lo escribe, vuelve a acechar el mundo, se cierra sobre una invitación a la alegría. Verdadera sorpresa que parece paradójica.

            Sin embargo, nada de ilusiones en cuanto a un angelismo individual posible, nada de recurso a una utopía en cuanto a una colectividad aliviada. Incluso si, como lo escribía Michel Foucault en 1966 (Las palabras y las cosas, prefacio) “las utopías consuelan: pues si no tienen lugar real, se desarrollan en un espacio maravilloso y liso”. La actualidad americana no lo desmentiría.

           Nada de liso, nada de maravilloso entonces, pero una ética asumida e inventiva que ofrece la aproximación analítica. Esta alegría es la que procura el acto cuando es respuesta a lo imposible, aquí bajo las especies de la ira contemporánea que infla y que nada frena, que las redes sociales facilitan a menos que se diga no, uno por uno. El acto es aquí de quien no consiente a la desunión, a la escapada y que es del orden del Diablo querido por la autora quien, bajo los rasgos de Lacan, cuestiona con un Che vuoi? delante del cual se para la cobardía o el deseo decidido. Actualidad de la ira está sin dudas sobre este lado del compromiso.
            Como Anaëlle Lebovits-Quenehen lo destaca, con Jacques-Alain Miller pudimos encontrar la potencia del no que un hombre solo, con el apoyo de otros, puede oponer, sin nada ceder, a aquello en relación a lo cual uno puede preferir dormir o simplemente esperar. Fue contra la evaluación, contra la restauración del psicoanálisis en una psicoterapia, contra un cierto abordaje del autismo, contra los discursos extremistas.
            

La autora no pretende resolver la ecuación de la ira aun activa, que tiene “el cuero tan duro”, sino plantear fuentes y proponer una suerte de salida individual.
            “Del racismo a la misandria, del antisemitismo a la misoginia, de la misología (ira del logos, de la razón) a la homofobia o a la transfobia, etc.” ella muestra cómo los efectos paradójicos de la ciencia, que apunta sin embargo a lo universalizante y disgregativo, conducen a más y más fragmentación de los grupos sociales y de los goces, desacreditando las figuras de autoridad, y finalmente a la fragmentación de la ira misma en iras desmultiplicadas, enemigas de una perspectiva democrática que los progresos deberían favorecer. El capitalismo juega su parte en acentuar sus efectos. Agreguemos la eficacia de la disolución de la memoria.
            En este libro cruzaremos Sade, Diderot, Descartes, Montaigne, Wittgenstein y algunos otros, atravesaremos grandes momentos de la Historia y encontraremos como hilo conductor la cuestión de la Alteridad. “La ira sueña con un mundo sin diferencias”, escribe la autora, y el psicoanalista está convocado con su acto a contrarrestarlo.
            El análisis no ofrece solamente una lectura del mundo, sino que permite a cada uno que se libra a él “encontrar un uso satisfactorio” de “la Alteridad que lo habita”. Esta Alteridad es hermana de un goce Otro, y dejaremos al lector descubrir los desarrollos alrededor de esta cuestión que anuda el sujeto, el otro, y la Alteridad. Resumámosla simplemente con este fragmento: “Un análisis está entonces hecho para dar chance, a aquél que sufre y se acuesta, de encontrar la Alteridad que lo habita, no ya para defenderse de ello, tampoco para hacerle cargar a otros la responsabilidad, pero afín de encontrar un uso satisfaciente”, esto en referencia al “Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI” (2).
           

Los títulos de estos capítulos dicen de manera límpida las elecciones de esta investigación sobre la ira, nítidos para esclarecernos: Todos iguales, todos rivales; Un mal agujero de memoria; Resortes íntimos de la ira, Dos blancos de la ira: Los Judíos y las mujeres; Sobre Lacan y su antídoto.
            El estilo es de alerta y también lo son sus palabras. El retrato de Lacan viene a decirnos, una y otra vez, que lo imposible de decir invita a captar la singularidad, la diferencia absoluta y permitir un tratamiento de lo real abierto a la vida. “Operando una transmutación de lo imposible de decir en dichos con un estilo inimitable, Lacan inventa un saber en acuerdo con su ética que no consiste solamente en decir o escribir cosas radicalmente nuevas, pero también en llevar a su auditor y lector a “poner de lo suyo” como lo dice para concluir la presentación de los Escritos”.
            La comunidad de los hombres – o las comunidades, habría que decir hoy en día – responde bien a lo que Roland Barthes, cuando busca para él mismo en 1977 cómo conjugar la libertad individual y la vida colectiva, encuentra en el banco de peces la imposible definición del “vivir juntos”, que tratará en su dificultad, en su negatividad, como lo indica su referencia al mundo animal: “Esta es la visión de un Vivir-Juntos que parece perfecta, como si realizara la simbiosis perfectamente lisa de individuos sin embargo separados. Se trata del banco de peces: “agrupamiento coherente, masivo, uniforme: sujetos del mismo tamaño, del mismo color, y a menudo del mismo sexo, orientados en el mismo sentido, equidistantes, con movimientos sincronizados” ” (3). El buscaba entonces cómo alojarse en lo que verá como una utopía, la de los monjes del monte Athos descriptos por Jacques Lacarrière, donde cada uno vive a su ritmo estando ligado a la comunidad que da lugar a la temporalidad singular. Una suerte de exclusión pacificada del otro. Barthes abandonará esta perspectiva, la escritura volviéndose su solución para vivir solo con los otros. 
            Una respuesta propia a cada uno para soportar su singularidad, es para Anaëlle Lebovits-Quenehen el antídoto al racismo más común, a la voluntad de uniformizar los cuerpos hablantes. En el Seminario o peor, Lacan enuncia este racismo: “Como de todos modos no debo pintarles únicamente el porvenir color de rosa, sepan que lo que crece, que aún no hemos visto hasta sus últimas consecuencias, y que arraiga en el cuerpo, en la fraternidad del cuerpo, es el racismo. No dejarán de escuchar hablar de él” (4). Su pesimismo se teñía sin embargo de un posible avance del sujeto sobre las fuerzas oscuras. 
La autora va en este sentido, con ardor.

Traducción: Stéphanie Malecek
 
1. Lebovits-Quenehen A., Actualité de la haine. Une perspective psychanalytique, Paris, Navarin, 2020. En librerías desde el 9 de junio – disponible en ecf-echoppe.com
2. Lacan J., «Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11», Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p.599.
3. Barthes R., Cómo vivir juntos: simulaciones novelescas de algunos espacios cotidianos, Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2005, p. 83.
4. Lacan J., Seminario 19 … o peor, Buenos Aires, Paidós, 2012, p.231.

 

Fuente: Lacan Quotidien

   Gran Vía de San Marcos 3  - 24001, León

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