Qué lecciones nos ha dado la pandemia

Psicólogos León : Terapia Presencial – Terapia Online

Vicente Palomera

El impacto socialmente inesperado de una pandemia global (es la primera vez que podemos hablar de pandemia global) y sus aparatosas respuestas políticas han sembrado un desconcierto que afecta nuestra percepción de la condición humana. De pronto, hemos vuelto a vivir la conciencia de nuestra vulnerabilidad, algo que las maravillas del progreso científico y tecnológico, y algunas fantasías ideológicas construidas sobre ello, parecíamos haber olvidado. La pandemia nos trae una renovada conciencia de los límites de la condición humana, nuestras maneras de estar en el mundo, el poder de los sentidos (algunos directamente relacionados con el contacto físico que han sido puestos entre paréntesis de un modo patético).

El título que ofrecí inicialmente se me antoja ahora algo prematuro, aunque si decidí presentarlo así fue con la intención de compartir con ustedes algunas de las consecuencias que podemos recoger del momento presente.    

1.Discontinuidad/continuidad

Una pandemia introduce siempre una ruptura en la continuidad histórica, es una suerte de trauma en el cuadro que sostenía el marco a nuestra realidad. En una de las Conferencias de Lacan en los EEUU, en 1975, invitado por la Yale University,  la Columbia University y el MIT, señaló que “lo que llamamos historia es la historia de las epidemias”, y que hablar de epidemia o plaga social supone poner el acento en una “discontinuidad”, pudiendo o no, cada momento haberse reabsorbido en la siguiente etapa. Entre los presentes en esa conferencia, un tal Doctor Lifton intervino del siguiente modo:

“ ¿Puedo hacer una pregunta? Volviendo a su primer aserto de que toda la historia tendría que ver con el psicoanálisis –lo cual es perfectamente cierto, creo– se está haciendo un esfuerzo considerable ahora en nuestro país para abordar la historia con la visión (insight) aportada por el  psicoanálisis, y creo que ahí hay un dilema fundamental concerniente a la manera como se aborda la simbolización…ese dilema concierne a la manera de la que se hace uso del insight psicoanalítico para abordar la historia, mi propio objetivo consiste en pensar en términos de continuidad y discontinuidad de la vida tal como es simbolizada:

“Lacan: ¿Continuidad y discontinuidad?

Lifton: O lo que podríamos llamar muerte y continuidad…

Lacan. ¿Esa es su tendencia? Entonces, yo soy…¿cómo se llama usted?

Lifton: Robert Lifton.

Lacan: “Yo soy liftoniano (risas). Pues encuentro que su dirección es tan valida como la mía…”   

Este intercambio de Lacan con el Dr. Robert Jay Lifton sobre continuidad/discontinuidad en la historia es muy interesante porque, en verdad, las primeras investigaciones de Lacan en el campo de la enfermedad mental, desde sus primeros trabajos trató de dar una explicación los problemas del pasaje al acto en la clínica abordado el fenómeno clínico en términos de discontinuidad, esto es, como corte, como un modo de separación, que en realidad es no solo la clínica sino que explica la emergencia de los distintos discursos que han ido conformando los modos de relación entre los seres humanos.  

Lo que Lacan nunca dejó de insistir es que lo sepamos o no, los seres humanos estamos encadenados, y ello precisamente porque hablamos. Un encadenamiento que determina nuestra manera de hablar, de dirigirnos al otro, que determina la manera de situar con nuestro mensaje al otro a quien nos dirigimos. Lacan supo encontrar una fórmula para explicar ese encadenamiento en una simple noción de “cadena significante”.

No hay que concebir la cadena significante como una imagen, al contrario, hablar de cadena implica, por un lado, hablar de una resistencia –algo que resiste, que sustenta, que se hace borde– pero, por otro lado, ello implica también que la cadena puede romperse. Puede ocurrir que a la cadena le falte un eslabón, que allí donde podía esperarse encontrar una base firme en lo simbólico no haya ya nada, que haya lo que se llama un agujero. Entonces ahí encontramos lo que podemos llamar trauma.

Uno puede intuir lo que es un agujero, pero los agujeros de la cadena significante no tiene la misma cualidad sustancial, ni espacial que, por ejemplo, los agujeros que encontramos en la naturaleza.

Cuando los sujetos encuentran un agujero tienen distintas maneras de rellenarlos. Estos agujeros fuerzan a los que los encuentran a poner algo dentro, algo que se llama un síntoma o, peor aún, un delirio. Un delirio psicótico no es lo mismo que un síntoma neurótico y, sin embargo, no dejan de estar relacionados ambos con el agujero inherente a la cadena significante. También una pandemia supone hace aparecer un agujero, una ruptura en el modo de lazo social.

2. El tiempo lógico de la pandemia y su efectos de “anamorfosis”

Pero, hay que considerar también la lógica temporal en la emergencia de estos agujeros en la historia. Lacan los aborda en su escrito sobre “El tiempo lógico”, al distinguir una serie de tiempos en la comprensión de los fenómenos: Lacan distingue entre 1)instante de ver; 2) tiempo de comprender y 3) momento de concluir.

Esta pandemia ha supuesto un corte que ha producido en nosotros una suerte de lo que, en la historia del arte, se llama “anamorfosis”. Ha introducido una suerte de “efecto de anamorfosis” en el espectáculo del mundo, en lo que se llamaba “la normalidad”. De repente, el mundo se hace extraño, raro, el mundo es incierto, se ha transmutado en algo ilegible, que no nos deja ver bien de qué se trata.

Hace años, mis amigos y colegas Fernando Aduriz y Ángela González me llevaron a visitar el museo de la catedral de Palencia. En la última sala del museo, la más amplia, hay expuesto un cuadro alargado, casi una caja de madera protegida por un cristal. Se trata de un retrato anamórfico del Emperador Carlos V, atribuido a Lucas Cranach y pintado, pues, en la primera mitad del siglo XVI. Es un retrato que nos muestra que las tres dimensiones no es un invento reciente. De hecho, para verlo bien hay que asomar un ojo por un orificio practicado en el lado izquierdo del marco.

La anamorfosis es una técnica pictórica que consiste en «proyectar las formas fuera de sí mismas en lugar de reducirlas a sus propios límites visibles, y distorsionarlas de tal manera que únicamente desde un determinado punto vuelvan a su normalidad». Visto de frente, en efecto, el retrato de Carlos V que se conserva en la catedral de Palencia se antoja un capricho cromático donde vagamente se deduce una cara, algo así como una caricatura estirada hasta lo grotesco. Pero apenas acerca uno el ojo al pequeño agujero del marco se desvela la verdadera naturaleza del cuadro, y en el interior de aquella caja apaisada aparece, como un holograma o una fantasmagoría, el severo perfil del Emperador, perfectamente tridimensional pero intangible.

Lacan se mostró interesado por la anamorfosis a partir del cuadro de otro gran pintor del Renacimiento, Hans Holbein, conocido como “Los embajadores”: lo que más llama la atención y más interesa para este estudio es una extraña forma alargada flotando a los pies de dos embajadores. Al observar el cuadro desde cerca de una de sus esquinas esa forma se achata convirtiéndose en una calavera, con lo que la obra cambia su significado para convertirse en una vanitas, en una referencia a la fugacidad de la vida que, en una tercera lectura, incluye Hohle Bein que, en alemán quiere decir ‘pierna hueca’, en posible referencia a la forma de hueso estirado que ha adquirido la calavera deformada, con lo que se trataría de un jeroglífico firma del pintor

Pues bien, al volver a esa anamorfosis encontrada en Palencia pensé que también en la pandemia hubo algo que no se supo ver de entrada. ¿Qué ocurrió hace un año? Lo que ocurrió fue que justamente faltó el “instante de ver”. El instante de ver quedó abolido precisamente allí donde todo había comenzado, en Wuhan (China). La ausencia del “instante de ver” produjo el agujero que produjo ese efecto de extrañeza en los diferentes marcos de la realidad, una discordia entre lo abolido en el instante de ver y la realidad psíquica. En otras palabras, lo que quedó abolido fue ese instante de la mirada: “No se vio venir lo que ya estaba en marcha” como en un tsunami, donde uno ya es engullido por la ola antes de verla llegar. Lo que nos faltó fue una formulación del tipo “¿Qué es esto?”. En definitiva, en esta pandemia, el instante de la mirada estuvo ausente, lo que hizo que el tiempo para comprender que vino a continuación haciendo aparecer lo que iría cristalizando en hipótesis diversas y variadas. En verdad, seguimos, ¡estamos aún en este tiempo de comprender! Tiempo de comprender que nos permite reinterpretar el instante de la mirada abolida que produjo esa especie de anamorfosis que es la pandemia y, para captar el significado de un anamorfosis se necesita tiempo.

La prueba de ello es la dificultad de tomar en serio las consignas, dificultad que, hoy en día incluso, actúa en el seno de las democracias. Esto explica también que la decisión de confinamiento haya sido tomada con retraso. El tiempo para comprender, en efecto, exige una reconfiguración de los marcos extremadamente estrechos de la realidad psíquica. Estos permiten, en el tiempo habitual, que los cuerpos hablantes gestionen su vida cotidiana mediante la rutina de automatismos adquiridos a partir de los discursos que los constituyen. Una vez que esta rutina está anulada cuando el síntoma de cada uno puede tomar el relevo.

3. Novedades.

Sabemos ya que esta pandemia es un acontecimiento histórico sin precedente. Ahora bien, solo la arrogancia del presente puede llevarnos a creer que vivimos algo excepcional, porque sabemos que han habido pandemias en la historia. Sabemos, por ejemplo, que la peste negra cambió profundamente la situación económica de Europa, llevándola a un declive que duró desde el siglo XV al XVIII, o incluso hasta el comienzo del siglo XIX, y con graves consecuencias. De modo que no podemos hablar de un acontecimiento “sin precedente”, aunque sí es cierto que es el primer acontecimiento de esta amplitud en el espacio del mercado mundial del capitalismo como forma universal de la economía.

La primera pregunta es pues ésta: ¿Cuál es el vinculo entre Covid-19 y la globalización? ¿Cuál es vínculo entre ambas? ¿Existe un vínculo entre el Covid-19 y aquello que lo ha hecho posible la globalización?

Primera novedad: Pues precisamente es la aceleración de los medios de comunicación. Los transportes aéreos o, como ciertos epidemiólogos lo han señalado: las vías de circulación rápida como la nueva “ruta de la seda” que los chinos han abierto. Sabemos que han tenido y tendrán consecuencias sobre los riesgos de epidemias mundiales. Por tanto, es más el soporte tecnológico de la globalización, más que la globalización misma como forma económica, lo que ha jugado un papel determinante.

Una segunda novedad es el retorno del Estado. Desde hace poco, constatamos que los presidentes, jefes de gobierno, los primeros ministros, salen para justificar sus iniciativas ante las poblaciones de las que tienen la responsabilidad, ante sus administrados. Desde esta perspectiva en la lucha contra la pandemia hay un verdadero retorno del político. ¿Cuáles son las modalidades de este retorno? De modo más general, vemos es el retorno del Estado-nación, incluido en un país que no tenía esta tradición, como es el caso de China. Por medio de los medios tecnológicos que permiten la circulación rápida de la información, China ha adoptado un modo de funcionamiento del tipo Estado-nación. En muchos países, el Estado-nación ha sido el motor histórico desde el siglo XVI y, ahora, de manera sorprendente, se invocan dos aspectos principales: de un lado, el Estado protector y, de otro lado, el Estado-previsor (que también llamado “Estado-estratega”). Lo hemos visto en el asunto de las mascarillas: un equipamiento que no fue previsto en ninguna parte como debería haberse hecho, y que, sin embargo, juega un papel esencial en la protección. Los reproches dirigidos al Estado se resume en dos quejas: no ser bastante protector y no ser bastante estratega. En los EE.UU. ha tenido un impacto tremendo. Pero hay que interpretar estos reproches (ataques): por lo que escuchamos en los medios y en las redes sociales vemos una demanda insistente de “más Estado”.  La cuestión es saber si lo que está ocurriendo es acaso  ¿un despertar del Estado? ¿Es una salida del sueño del Estado del Bienestar? Creo que hay una cuestión previa. Ya sabemos ahora que hace ya algunos años que se produjeron avisos, advertencias, especialmente de la CIA, ante la posibilidad de grandes pandemias susceptibles de afectar el conjunto de los países del planeta. La pregunta es ¿por qué estos avisos no fueron tomados en consideración? Hagamos memoria. Cuando tuvo lugar la gripe aviar, el reproche a los gobiernos fue que las administraciones se habían excedido, incluso al gobierno de los USA que tiene un vínculo directo con la CIA. Los gobiernos empezaron a actuar bajo la angustia, angustia de no parecer que se excedían en las medidas. Empleo la palabra angustia porque en estos años ha sido una palabra clave: “no hay que causar ansiedad”. Lo vimos al comienzo de la pandemia, en la manera de reaccionar de los gobernantes: “Ante todo, no causar ansiedad”. En este contexto, algunos intelectuales ironizaron sobre “todas los Casandras” que ha habido en los últimos años. No todas son precisamente como la Casandra del relato griego. Así, encontramos figuras que profetizaban el famoso “fin de la historia” (Fukuyama). Precisamente, los teóricos originales del fin de la historia fueron desmentidos por el 11 de septiembre, un acontecimiento que no tenía nada que ver con las epidemias. Lo que es particular con la epidemia –en oposición a las Torres Gemelas– es que el terrorismo es una actividad estrictamente humana, se pueden identificar las elaboraciones teóricas, las planificaciones prácticas, los actores que están en el terreno, se puede desplegar los medios para combatirla.

Tercera novedad. Con la epidemia nos las tenemos que ver con la Naturaleza en lo que ella tiene de opaco: nadie piensa, o en cualquier caso, nadie debería pensar que nos podemos dirigir al virus tratándolo como un ser dotado de razón o de voluntad. El virus no está animado por malas intenciones. No se puede negociar con él, de modo que el lenguaje de la guerra no debe ser empleado sin reservas. Es el lenguaje el que otorga una intencionalidad excesiva a un virus desprovisto de malas o buenas intenciones. El virus no es un enemigo con el que se podría llegar a acuerdos, hacer concesiones, negociar. Aquí se trata de la Naturaleza. Naturaleza que además, y después de algunos años, ha sido casi santificada, presentada como salvadora y como una especie de víctima que los hombres atormentarían. Ahora la Naturaleza se presenta como un poder inquietante e indomesticable, casi la figura de Némesis, salvo que esta Némesis está animada de intenciones. No, lo que se presenta hoy es una figura de la opacidad absoluta, que rompe brutalmente con el periodo (aún no terminado) en el que se ha presentado la naturaleza como transparente a ella misma. Y, respecto a esto es sorprendente la total desaparición de lo que se puede calificar de ecología mediática.

Pero, vuelvo a la cuestión del Estado, del retorno de la forma estatal del Estado. Entre las cosas que oímos en estos tiempos algunos sugieren que existiría un vínculo entre la difusión ultra rápida de esta pandemia y el proceso de electrificación de la Tierra, que se continúa la red que va a encerrar la Tierra, especialmente, la red 5G, etc.

Los agentes de la pandemia, o más exactamente, los soportes de la pandemia no son materias inertes, sino seres vivos. Es la vida lo que lleva la enfermedad y la muerte. Hemos alcanzado un nivel en el que las distancias que separan dos puntos del planeta se pueden recorrer en pocas horas. Estamos en esta fase, en este estadio: los medios técnicos permiten cubrir distancias planetarias en un espacio de tiempo extremadamente reducido: los seres vivos, ya se trate de seres humanos o de animales, pueden ser transportados a una velocidad  creciente; todas las formas de la vida se van a propagar a esta velocidad y, entre esas forma, hay que incluir las patologías. Por tanto, repitámoslo, lo que está en cuestión no es la forma económica de lo que se llama globalización, sino la circulación de los bienes y de las personas. Antes de la epidemia no existían fronteras cerradas, como habían podido ser el telón de acero o de la China de Mao Tse Tung. Quedan solo algunas excepciones como Corea del Norte pero precisamente como excepciones confirman la regla. Esta regla no dejará de acelerarse. Antes de la epidemia se sostenía en dos partes: de una parte, la circulación muy rápida de los bienes y de las personas se ha hecho posible  técnicamente; de otra parte, incluso quienes condenan verbalmente este proceso actúan en los hechos como si nunca tuviera que tener un final. Lo que significa que su condena verbal solo es verbal y que objetivamente se adhieren al proceso. La epidemia cambiará la regla en una de estas dos partes o en las dos. ¡Creo que hay que ponerlo en duda!

Cuarta. Respecto a la epidemia hemos visto que los diferentes países de Europa se han comportado de manera clásica: cada uno ha evaluado las dificultades que le eran propias y las ha regulado de manera que se conformen mejor a su modelo preferente.

Suecia eligió el mismo tipo de solución que había privilegiado en las dos guerras mundiales: mantenerse aparte del resto del mundo, preservar la prosperidad interior, servirse del carácter muy disperso de su población, ignorar con soberbia el destino de las comunidades no escandinavas que viven en su suelo y presentarse como el parangón de la perfección social.

Italia del Norte, por su lado, ha encontrado la lógica de las ciudades-Estado: Milán piensa para Milán, Bergamo para Bergamo, Bolonia para Bolonia, etc.

Francia, ha vuelto a ser “una e indivisible”,  denunciando al Estado del que, a hurtadillas, ella espera todo. Alemania ha exhibido su modelo Federal y ha hecho pasar sus insuficiencias globales como éxitos de detalle. Los Países Bajos se han refugiado en la predestinación calvinista: ¡Dios elegirá! Sin acepción de personas,

España, “país de patrias chicas”–como la llamó Gerald Brenan en su famoso libro El laberinto español–  siempre con las tensiones y conflictos entre el centralismo y las periferias.

Pero, en todo caso, hoy, en un mundo de entidades supranacionales, vemos que el reino de lo supranacional aparece aún como una figura retórica (entidades como OMS, etc). Sin embargo, a pesar de presentarse todos estos egoísmos nacionales, no van a desaparecer las retóricas supranacionales.

Entonces, en esta tensión “local” versus “global”, creo que vamos a asistir a un mundo económicamente y quizás tecnológicamente, y espiritualmente, más volcado en el territorio cuestionando el sueño de los últimos veinte o treinta años, de una “globalización feliz”.

Y…quinta. Ahora bien, el problema de la recesión económica que es global y me sorprendería mucho que no asistamos a un intento de síntesis entre el liberalismo económico y el discurso estatal. Después de todo, es sobre este tipo de síntesis que Alemania construyó su “milagro” tras 1945 y su reunificación tras la caída del muro. Es muy posible que sea más bien la solución alemana la que se imponga, es decir, para ser técnico, lo que se llama “Ordo-liberalismo” que se funda en la concurrencia y las instituciones del Estado que la protegen. El debate ya ha empezado entre quienes abogan por pasar al modelo alemán, (incluyendo, sin nombrarla, la preferencia nacional en el sistema de protección) y los que dicen que hay que volver al capitalismo (dificultado por las planificaciones del Estado, de las nacionalizaciones, las intervenciones proteccionistas, etc.).

Aclaro que en el ordo-liberalismo, –llamado también “capitalismo renano–, hay, en las coaliciones gubernamentales, un lugar muy importante, para la ecología política, al igual que en las gestiones de las escalas locales, las ciudades y los Länder, las regiones federales. En Alemania, no solo Daniel Cohn Bendit, sino muchas otras personalidades políticas representan la ecología política. ¿Acaso esta nueva síntesis entre estatismo y liberalismo podrá producir un retorno con fuerza de la ecología política?  Todo dependerá de la forma que tome esta ecología política. En un país como Alemania, la ecología política tiene una larga historia tras ella y ha sido absorbida por el modelo de la negociación constante que es el modo de funcionamiento del sistema alemán. En Francia, por el contrario, la ecología política se dejó absorber o quiso absorberse en el modelo francés, a saber: se empieza por el conflicto y la negociación solo es una forma de salida del conflicto. Mientras que el sistema alemán  la negociación está para impedir el conflicto, es decir, se trata de buscar desde el comienzo un acuerdo. El discurso protestatario de los ecologistas franceses no se parece en nada al discurso de gestión que la ecología política alemana sostiene. No hay que olvidar que los Grüne, los Verdes alemanes, llegaron a dar un ministro de Asuntos exteriores. El sistema francés reposa sobre el principio: ¡primero, el conflicto! El conflicto primero en el tiempo y en la visión del mundo. Los alemanes es, más bien,: ¡primero, el compromiso!”. Son leyes constitucionales no escritas.

Uno de los padres de la ecología política en Alemania, el célebre filósofo Hans Jonas, teórico del “principio de responsabilidad” reivindicaba lo que llamaba una “heurística del miedo”, es decir, hacer un buen uso del miedo.

Se puede decir que hoy el gran problema que se plantea ya no es sólo que el ser humano, la especie humana, ponga el planeta o la naturaleza en peligro, sino que vemos surgir un peligro que viene de la misma naturaleza, uno que amenaza la supervivencia de la especie humana. No se puede decir que la especie humana esté en peligro globalmente, pero sabemos que este peligro se atisba en el horizonte. Del mismo modo, no podemos decir únicamente que el planeta esté en peligro globalmente ya que éste sigue funcionando, a pesar de los desajustes y problemas climáticos. Pero, si la ecología planteaba la posibilidad de un peligro global para el planeta, ahora asistimos a una especie de inversión ya que la amenaza a la “supervivencia de la humanidad”, en sentido estricto, ha tomado el lugar de la amenaza sobre las especies animales o las plantas o los océanos, etc.

Por tanto, se necesitará que la ecología política produzca un discurso propio a la hora de expresarse sobre la epidemia. En cualquier caso, por el momento, escuchamos de ella decir lo mismo que lo que dicen los gobiernos: “Confínense”, “mantengan la distancia”, etc.  En este momento –cuando la epidemia empiece a entrar en una fase descendente– parece que la ecología se empieza a volver a los temas habituales. Es, pues, de esperar de los movimientos vinculados con la ecología política un discurso más específico sobre los acontecimientos sobrevenidos en la pandemia.

 

 

Enlace: ELP CyL 

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