La conferencia será el viernes día 18 de mayo en la Fundación Sierra Pambley a las 20:00

Será impartida por Chus Gómez, Psicoanalista miembro de la ELP y Psiquiatra Jefa de sección Unidades Hospitalarias de RHB. Hospital de Piñor (Ourense). Contará con la presencia Mar Arias Sarmiento, Psicóloga Clínica y Psicoanalista en León.

Compartir un modo de goce es la manera con la que el psicoanálisis nombra “un estilo de vida”, que es una de las formas de hacer lazo o vínculo social y por tanto comunidad.

La autora usando como pre-texto el libro de Manolo Rivas: “ Unha espia no Reino de Galicia” se acerca a las distintas posiciones subjetivas de dos pueblos a los que está unida por singulares lazos afectivos: el gallego y el catalán, desde un punto de vista clínico orientado por el psicoanálisis.

Chus Gómez destaca el modo de ser gallego y catalán como dos maneras de estar en el mundo con rasgos y características propias y muy singulares, en las que las resonancias de la lengua como organizadoras son claves. 

Esta conferencia se enmarca en el ciclo de conferencias anuales organizadas por la Comunidad de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis de Castilla y León.

La neurosis de la retranca y del caganet

ANA GAITERO | LEÓN

Escuchar a la gente en el diván sirve para algo más que para hablar con el sujeto y ver una etiqueta. La psicoanalista y psiquiatra Chus Gómez que tenía previsto presentar hoy en León Risas con denominación de origen (20.00 horas en la Fundación Sierra Pambley), ha tenido que suspender su charla por un percance familiar. La conferencia es una síntesis de lo que la clínica de Freud enseña, a través de los chistes que definen a dos grupos culturales tan dispares como los gallegos y los catalanes y tan cercanos para esta especialista que desde hace ocho años está al frente del servicio de psiquiatría del hospital Piñor de Orense.

«No solo somos lo que creemos ser, somos también aquello de lo que otros se ríen», apunta. A Chus Gómez le llamó la atención que los gallegos, representados por la ironía y la retranca y que son los reyes del gag, no sean encuadrados en un humor tan definido e identificado como es el catalán, el vasco, el andaluz o el manchego.

«Nosotros que somos objeto de chiste, ¿Por qué estamos excluidos?», se preguntó. En sus indagaciones ha descubierto que una construcción «sobre nuestra forma de estar en el mundo neurótico-obsesiva» y la compara con la forma de estar de los catalanes. Una elección que no tiene más justificación que «son las dos culturas que mejor conozco y que más cercanas me resultan», precisa.

A partir del análisis, concluye que la neurosis obsesiva gallega está anclada en el pensamiento, mientras que la catalana tiene que ver con el acto. «Los gallegos somos rumiadores, ambivalentes y por tanto, existencialmente no nos podemos definir bien nunca», añade.

El libro de Manuel Rivas Una espía en el reino de Galicia, sirve de guía para estas indagaciones en el goce común que supone el chiste y a la vez la manera de ser de un pueblo y de una identidad imaginaria. «El chiste es una cosa que se tiene en alta estima en Galicia, nos reímos hasta de nuestra sombra», apostilla. Hasta el punto de que se han creado marcas —Rei centollo o Style Galicia— que recogen esas ironías.

La extensa riqueza toponímica —más de 250.000—, los más de cien términos que nombran la lluvia o que el himno gallego no tenga nada de patriótico o exaltador definen a los gallegos. «El himno ni siquiera es exaltador, es una pregunta que el viento hace a los pinos, una obsesión», aclara.

Cataluña, desde el diván, responde al tipo obsesivo anal en la terminología freudiana. La tacañería, el orden, la extrema pulcritud, la disciplina y ese caganet que se planta en medio de lo sagrado y regala chocolatinas, dulces, que «caga regalos», como dicen por allí, son expresiones de esa neurosis obsesiva por la acción. El orden está presente hasta en la sardana, «un baile nada erotizado» y las collas pugnan por hacer el paso más puro. Para la psicoanalista conocer estos rasgos culturales es fundamental en la clínica: «Ese mundo simbólico nos impone una determinada manera de estar en el mundo», añade.